En 2006 el pensador esloveno Slavoj Žižek fue distinguido con el título Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). A continuación se presenta la entrevista realizada por el períodico digital "Hoy, la Universidad" publicada el día viernes 15 de Septiembre de ese año.
Artículo extraído del periódico digital “Hoy, la Universidad”.
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HONORIS CAUSA PARA ŽIŽEK
El pensador esloveno recibió el máximo título de la UNC en reconocimiento a sus aportes teóricos a la sociología, la filosofía y el psicoanálisis. Propulsor de una original integración del pensamiento de Lacan, Marx y Hegel, en su conferencia cargó contra algunas de las trampas que se esconden en el discurso de los intelectuales.
“Ante las críticas situaciones actuales, la gente suele exigirle a los científicos que les muestren la luz al final del túnel. Ahora, ¿qué sucede si, en su carrera por ir detrás de la luz, los intelectuales no se dan cuenta de que se trata del tren, que viene de frente?”. Con esas palabras, Slavoj Žižek intentó graficar los riesgos en los análisis apresurados que demanda la sociedad contemporánea. A contramano de esta postura, propuso que los teóricos se tomen todo el tiempo que necesiten para estudiar, más allá de las demandas de inmediatez, antes de intentar elaborar pronósticos o explicaciones.
El acto, que tuvo lugar el viernes 15 en el Salón de Grados del Rectorado histórico, fue presidido por el decano de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Pedro Yanzi Ferreira, en representación del rector Jorge González, y contó con la participación de la titular de Psicología, Patricia Altamirano, quien se encargó de presentar al homenajeado.
“Para algunos es un escritor incómodo, pensador popular, ensayista impreciso, cineófilo constante, comunista persistente y dogmático empedernido”, intentó definir Altamirano, y luego contrapuso: “Para otros, posee una obra equilibrada, imponente por su exagerada y orgullosa voluntad de originalidad, que lo ha convertido en un autor de culto, accesible para quien tenga la sensibilidad política, social y crítica, en conjunto con la descarnada y aguda reflexión del psicoanálisis: Žižek siempre se resiste a las lecturas esquemáticas. Es, sin duda, inclasificable”.
A tono con la presentación de la decana, el filósofo esloveno centró su discurso en las trampas del compromiso intelectual de los pensadores actuales. Antes, no perdió su habitual costumbre de recurrir al humor: “Estoy agradecido y avergonzado al mismo tiempo. Lo primero, por esta distinción que me enorgullece. Lo segundo, por lo que Jacques Lacan define como castración simbólica, que sucede en estas circunstancias: la separación entre la estúpida identidad inmediata y el lugar que uno ocupa dentro del orden simbólico. Gracias, entonces, por esta experiencia de castración”.
El acto, que tuvo lugar el viernes 15 en el Salón de Grados del Rectorado histórico, fue presidido por el decano de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Pedro Yanzi Ferreira, en representación del rector Jorge González, y contó con la participación de la titular de Psicología, Patricia Altamirano, quien se encargó de presentar al homenajeado.
“Para algunos es un escritor incómodo, pensador popular, ensayista impreciso, cineófilo constante, comunista persistente y dogmático empedernido”, intentó definir Altamirano, y luego contrapuso: “Para otros, posee una obra equilibrada, imponente por su exagerada y orgullosa voluntad de originalidad, que lo ha convertido en un autor de culto, accesible para quien tenga la sensibilidad política, social y crítica, en conjunto con la descarnada y aguda reflexión del psicoanálisis: Žižek siempre se resiste a las lecturas esquemáticas. Es, sin duda, inclasificable”.
A tono con la presentación de la decana, el filósofo esloveno centró su discurso en las trampas del compromiso intelectual de los pensadores actuales. Antes, no perdió su habitual costumbre de recurrir al humor: “Estoy agradecido y avergonzado al mismo tiempo. Lo primero, por esta distinción que me enorgullece. Lo segundo, por lo que Jacques Lacan define como castración simbólica, que sucede en estas circunstancias: la separación entre la estúpida identidad inmediata y el lugar que uno ocupa dentro del orden simbólico. Gracias, entonces, por esta experiencia de castración”.
Las cuatro trampas del compromiso intelectual
En primer lugar, atacó la forma acrítica en que los intelectuales aceptan las posturas dominantes. “Como sucede con algunas mujeres, que desde atrás y lejos se ven bien, pero que de cerca son feas o desagradables, los pensadores deben tener cuidado, tomarse su tiempo y acercarse bien a las distintas teorías actuales, que son sumamente atractivas... a la distancia”. Como ejemplo de estas concepciones de moda, señaló a la globalización, a la que responsabilizó, contra las opiniones dominantes, de generar nuevas formas de racismo. “En lugar de pensar en más y mayores vías de integración, ¿por qué no aprendemos nuevos códigos de distancia? Hay algo extremadamente violento en pretender estar en perfecta comunión con el otro o entenderlo demasiado”, explicó.
La segunda tarea de los intelectuales, para el psicoanalista, es dejar de lado la noción de que la comunicación y el lenguaje son formas de reconciliación, de abolición de la violencia, como pensaban Habermas y Lacan. “Pero, sin embargo, qué pasaría si entendemos al lenguaje como lo que vuelve violentos a los humanos. La lengua es lo que más radicalmente nos separa a unos de otros, a través de la ideología”, arriesgó.
En tercer lugar, consideró necesario que los científicos sociales dejen de luchar contra la idea de resentimiento, como si éste siempre expresara una noción patológica de venganza. “Ante ciertos crímenes contra una comunidad, como sucedió en Argentina en los ’70, la única actitud éticamente apropiada es el resentimiento, que puede expresarse de esta manera: no voy a reconciliarme, de ninguna manera puedo confiar de nuevo, no pienso aceptarlo”, apuntó.
Por último, cargó contra la falsa sensación de urgencia ética que, a su juicio, impera en Estados Unidos: “Funciona de esta manera: no debemos enroscarnos en la comprensión de complejas teorías, debemos actuar ya mismo, porque la gente sufre, porque por cada palabra que decimos mueren cien niños de hambre”. Inmediatamente, señaló a personajes como Bill Gates o George Soros por detrás de este tipo de razonamientos. En contrapartida, y a partir de una serie de anécdotas de pensadores como Jean Paul Sartre y Vladimir Ilyich Lenin , postuló una fórmula alternativa: “Estudiar, estudiar y estudiar”. “Ante la opción real y urgente de elegir entre una postura política estable o involucrarse en formas ideológicas más radicales, debemos tener el valor de detenernos a estudiar los problemas. Puede que no tengamos resultados inmediatos, pero ésta es la única forma real de lograr cambiar algo”, concluyó.
En primer lugar, atacó la forma acrítica en que los intelectuales aceptan las posturas dominantes. “Como sucede con algunas mujeres, que desde atrás y lejos se ven bien, pero que de cerca son feas o desagradables, los pensadores deben tener cuidado, tomarse su tiempo y acercarse bien a las distintas teorías actuales, que son sumamente atractivas... a la distancia”. Como ejemplo de estas concepciones de moda, señaló a la globalización, a la que responsabilizó, contra las opiniones dominantes, de generar nuevas formas de racismo. “En lugar de pensar en más y mayores vías de integración, ¿por qué no aprendemos nuevos códigos de distancia? Hay algo extremadamente violento en pretender estar en perfecta comunión con el otro o entenderlo demasiado”, explicó.
La segunda tarea de los intelectuales, para el psicoanalista, es dejar de lado la noción de que la comunicación y el lenguaje son formas de reconciliación, de abolición de la violencia, como pensaban Habermas y Lacan. “Pero, sin embargo, qué pasaría si entendemos al lenguaje como lo que vuelve violentos a los humanos. La lengua es lo que más radicalmente nos separa a unos de otros, a través de la ideología”, arriesgó.
En tercer lugar, consideró necesario que los científicos sociales dejen de luchar contra la idea de resentimiento, como si éste siempre expresara una noción patológica de venganza. “Ante ciertos crímenes contra una comunidad, como sucedió en Argentina en los ’70, la única actitud éticamente apropiada es el resentimiento, que puede expresarse de esta manera: no voy a reconciliarme, de ninguna manera puedo confiar de nuevo, no pienso aceptarlo”, apuntó.
Por último, cargó contra la falsa sensación de urgencia ética que, a su juicio, impera en Estados Unidos: “Funciona de esta manera: no debemos enroscarnos en la comprensión de complejas teorías, debemos actuar ya mismo, porque la gente sufre, porque por cada palabra que decimos mueren cien niños de hambre”. Inmediatamente, señaló a personajes como Bill Gates o George Soros por detrás de este tipo de razonamientos. En contrapartida, y a partir de una serie de anécdotas de pensadores como Jean Paul Sartre y Vladimir Ilyich Lenin , postuló una fórmula alternativa: “Estudiar, estudiar y estudiar”. “Ante la opción real y urgente de elegir entre una postura política estable o involucrarse en formas ideológicas más radicales, debemos tener el valor de detenernos a estudiar los problemas. Puede que no tengamos resultados inmediatos, pero ésta es la única forma real de lograr cambiar algo”, concluyó.
“Sólo a partir del terror se puede construir algo nuevo”
Antes de recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Casa de Trejo, Slavoj Žižek tuvo una breve entrevista con Hoy la Universidad, en la que reafirmó con sus palabras el mote de pensador original y controvertido con que se lo caracteriza tanto dentro del círculo de sus detractores como en el de sus más fervientes admiradores.“Creo que hoy, incluso las personas menos progresistas definen la tarea de los intelectuales como la de conciliar y permitir que la gente se entienda mutuamente. Es decir, tratar de agrupar lo distinto y lo opuesto. Creo que nuestra primera tarea hoy es la de no tratar de unir a la gente, sino de mantenerla separada”, dispara Žižek y, ante el silencio del auditorio, formula sus propias preguntas: “¿Qué sucedería si nuestra tarea fuera la de no tratar de entender sino de construir resentimiento, no de agrupar sino de dividir? ¿Qué pasaría si nos dedicamos a observar, nos tomamos nuestro tiempo y, mientras tanto, no hacemos nada? Porque cuando uno da conferencias, luego de criticar la situación actual, la gente espera que señalemos la luz al final de túnel. Mi mensaje es: ¿qué sucede si esa luz es un tren que viene sobre nosotros? Es una especie de mensaje pesimista (risas).
-¿Cuál es su opinión sobre la educación pública actual, especialmente la educación universitaria?
-No estoy de acuerdo con las corrientes modernas que buscan diferenciar las enseñanzas. Hoy más que nunca, creo que lo importante es enseñar un canon básico, dar a todos los alumnos el mismo derecho y el mismo saber común, en vez de seguir todo lo que se dice sobre diferencias culturales o étnicas. Por lo que sé, si comparo a Argentina con otros países, creo que no están haciéndolo mal. Por ejemplo, sus escuelas secundarias son muy buenas, mucho mejores que las de Estados Unidos. Creo que debemos resistir estas tentaciones posmodernas de “no aprender mecánicamente sino creativamente” o “aprender las diferencias de los otros”. No; necesitamos conocimiento unificante y universal. Argentina puede estar envuelta en una crisis general, pero su educación todavía es bastante buena.
-Otro concepto que suele generar polémicas es su postura positiva acerca del terror como punto de partida para el cambio.
-El verdadero acto significa, desde mi punto de vista, no que uno cambie algo, sino que uno se cambie también a sí mismo. Un acto verdadero tiene lugar cuando la persona ve que no tiene otra opción, y que tampoco se puede volver atrás. En cierto modo, uno pierde el suelo donde está parado. Y en estas experiencias siempre se siente algo de terror. Hoy, todas las políticas son del miedo: miedo a los inmigrantes, miedo racial, miedo sexual, miedo ecológico, miedo al terrorismo. Creo que debemos arriesgarnos a comprender esta idea del terror. Sé que es provocativa, porque la gente asocia al terror con ciertas prácticas políticas horribles. Por eso, debemos entender al terror desde otra perspectiva, que implica la imposibilidad de llegar a un acto verdadero sin terror.
-¿Cree que es posible construir sobre la base de ese sentimiento?
-Sí, y sólo desde la base del terror se puede construir algo realmente nuevo. De lo contrario, uno solamente sigue repitiendo actos.
-¿Cómo pueden entenderse, desde esa óptica, las políticas del presidente norteamericano George Bush?
-Todas las políticas de Bush se resumen en la frase “Yo te protegeré”. Es una política del miedo. La guerra contra el terrorismo es la guerra del miedo al terrorismo. Es la peor política. Y, afortunadamente, Estados Unidos va a pagar el precio. Estoy absolutamente seguro que en 20 años, Bush será recordado como el presidente responsable del repentino declive de Norteamérica.
Slavoj Žižek nació en Liubliana, Eslovenia, en 1949. En la universidad de esa ciudad cursó el bachillerato de Letras, estudió filosofía y se doctoró en 1981. Obtuvo un segundo doctorado en Psicoanálisis en la Universidad París VIII, cuatro años después.
Fue profesor visitante de las universidades París VIII, Buffalo, Minnesota, Tulane, Nueva Orleans, Columbia, Princeton, Michigan y Georgetown. También fundó y preside actualmente la Sociedad para el Psicoanálisis Teórico de Liubliana.
Es considerado uno de los más prestigiosos seguidores de Jacques Lacan, con una estructura de pensamiento vinculada a las fuentes teóricas hegelianas y marxistas. Su trabajo alcanza los campos de la sociología, psicología, filosofía y comunicación.
Militante activo de los movimientos democráticos eslovenos de los años '80, fue candidato a la presidencia de su país en las primeras elecciones libres de 1990.
-A pesar de que su mensaje pueda sonar pesimista, la UNC le entrega hoy su máxima distinción, ¿qué piensa usted de eso?
-Argentina es el único país, quizás por su historia a partir de Córdoba, y en adelante, donde me siento complacido de recibir este tipo de título. En cualquier otra universidad de mi país, Europa o Estados Unidos, estaría, por razones políticas, avergonzado de recibir una distinción así. Hasta en Buenos Aires hubiera tenido dudas de recibirlo: está muy cerca del poder central. Córdoba es el lugar donde este título significa algo. En otros lugares, sería una aceptación sólo por simpatía.
Antes de recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Casa de Trejo, Slavoj Žižek tuvo una breve entrevista con Hoy la Universidad, en la que reafirmó con sus palabras el mote de pensador original y controvertido con que se lo caracteriza tanto dentro del círculo de sus detractores como en el de sus más fervientes admiradores.“Creo que hoy, incluso las personas menos progresistas definen la tarea de los intelectuales como la de conciliar y permitir que la gente se entienda mutuamente. Es decir, tratar de agrupar lo distinto y lo opuesto. Creo que nuestra primera tarea hoy es la de no tratar de unir a la gente, sino de mantenerla separada”, dispara Žižek y, ante el silencio del auditorio, formula sus propias preguntas: “¿Qué sucedería si nuestra tarea fuera la de no tratar de entender sino de construir resentimiento, no de agrupar sino de dividir? ¿Qué pasaría si nos dedicamos a observar, nos tomamos nuestro tiempo y, mientras tanto, no hacemos nada? Porque cuando uno da conferencias, luego de criticar la situación actual, la gente espera que señalemos la luz al final de túnel. Mi mensaje es: ¿qué sucede si esa luz es un tren que viene sobre nosotros? Es una especie de mensaje pesimista (risas).
-¿Cuál es su opinión sobre la educación pública actual, especialmente la educación universitaria?
-No estoy de acuerdo con las corrientes modernas que buscan diferenciar las enseñanzas. Hoy más que nunca, creo que lo importante es enseñar un canon básico, dar a todos los alumnos el mismo derecho y el mismo saber común, en vez de seguir todo lo que se dice sobre diferencias culturales o étnicas. Por lo que sé, si comparo a Argentina con otros países, creo que no están haciéndolo mal. Por ejemplo, sus escuelas secundarias son muy buenas, mucho mejores que las de Estados Unidos. Creo que debemos resistir estas tentaciones posmodernas de “no aprender mecánicamente sino creativamente” o “aprender las diferencias de los otros”. No; necesitamos conocimiento unificante y universal. Argentina puede estar envuelta en una crisis general, pero su educación todavía es bastante buena.
-Otro concepto que suele generar polémicas es su postura positiva acerca del terror como punto de partida para el cambio.
-El verdadero acto significa, desde mi punto de vista, no que uno cambie algo, sino que uno se cambie también a sí mismo. Un acto verdadero tiene lugar cuando la persona ve que no tiene otra opción, y que tampoco se puede volver atrás. En cierto modo, uno pierde el suelo donde está parado. Y en estas experiencias siempre se siente algo de terror. Hoy, todas las políticas son del miedo: miedo a los inmigrantes, miedo racial, miedo sexual, miedo ecológico, miedo al terrorismo. Creo que debemos arriesgarnos a comprender esta idea del terror. Sé que es provocativa, porque la gente asocia al terror con ciertas prácticas políticas horribles. Por eso, debemos entender al terror desde otra perspectiva, que implica la imposibilidad de llegar a un acto verdadero sin terror.
-¿Cree que es posible construir sobre la base de ese sentimiento?
-Sí, y sólo desde la base del terror se puede construir algo realmente nuevo. De lo contrario, uno solamente sigue repitiendo actos.
-¿Cómo pueden entenderse, desde esa óptica, las políticas del presidente norteamericano George Bush?
-Todas las políticas de Bush se resumen en la frase “Yo te protegeré”. Es una política del miedo. La guerra contra el terrorismo es la guerra del miedo al terrorismo. Es la peor política. Y, afortunadamente, Estados Unidos va a pagar el precio. Estoy absolutamente seguro que en 20 años, Bush será recordado como el presidente responsable del repentino declive de Norteamérica.
Slavoj Žižek nació en Liubliana, Eslovenia, en 1949. En la universidad de esa ciudad cursó el bachillerato de Letras, estudió filosofía y se doctoró en 1981. Obtuvo un segundo doctorado en Psicoanálisis en la Universidad París VIII, cuatro años después.
Fue profesor visitante de las universidades París VIII, Buffalo, Minnesota, Tulane, Nueva Orleans, Columbia, Princeton, Michigan y Georgetown. También fundó y preside actualmente la Sociedad para el Psicoanálisis Teórico de Liubliana.
Es considerado uno de los más prestigiosos seguidores de Jacques Lacan, con una estructura de pensamiento vinculada a las fuentes teóricas hegelianas y marxistas. Su trabajo alcanza los campos de la sociología, psicología, filosofía y comunicación.
Militante activo de los movimientos democráticos eslovenos de los años '80, fue candidato a la presidencia de su país en las primeras elecciones libres de 1990.
-A pesar de que su mensaje pueda sonar pesimista, la UNC le entrega hoy su máxima distinción, ¿qué piensa usted de eso?
-Argentina es el único país, quizás por su historia a partir de Córdoba, y en adelante, donde me siento complacido de recibir este tipo de título. En cualquier otra universidad de mi país, Europa o Estados Unidos, estaría, por razones políticas, avergonzado de recibir una distinción así. Hasta en Buenos Aires hubiera tenido dudas de recibirlo: está muy cerca del poder central. Córdoba es el lugar donde este título significa algo. En otros lugares, sería una aceptación sólo por simpatía.
Artículo extraído del periódico digital “Hoy, la Universidad”.
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